Si cuando empecé a correr me llegan a decir que un día iba a compartir podio con Chema Martínez, me hubiera descojonado vivo.
¡Impensable!
Pero ayer lo impensable se hizo realidad.
Fue en Riaza Trail Challenge, en la modalidad maratón.
Me siento muy feliz por ello.
No por haber hecho un buen papel (que también), si no por todo el camino recorrido.
Hace 12 años corría 5km y estaba muerto…y hoy he podido compartir kilómetros con una leyenda viva del atletismo.
Soy un corredor machacón al que le gusta disfrutar de los entrenamientos, pero en competición la realidad es que siempre me cuesta «abrir gas», más por un tema mental que físico.
Me cuesta horrores sufrir y tenía un bloqueo mental muy grande en este aspecto.
Siempre he pensado que «no soy capaz de quedar delante».
Como corredor solo he subido 4 veces al cajón y siempre me he quitado valor al hacerlo, en vez de dármelo.
Mentalidad limitante.
Últimamente estoy trabajando más mi mindset, para poder seguir avanzando como corredor, pero sobre todo para seguir avanzando como persona.
Somos un reflejo de lo que pasa dentro de nosotros, de lo que tenemos grabado a fuego en el subconsciente.
Por suerte las creencias que tenemos sobre nosotros mismos se pueden reprogramar.
Reprogramar para empezar a caminar nuevos senderos plagados de abundancia, en vez de limitaciones.
Ayer en Riaza me puse en la línea de salida sabiendo que lo iba a dar todo.
Salí fuerte, pero con cabeza.
Los 7-8 primeros empezaron a tirar a un ritmo que para mi lo veía como suicidad y decidí seguir al mío.
Fuerte, pero sabiendo que podía mantenerlo 42km.
En el kilómetro 20 di caza al grupito de corredores que llevaba delante y me coloqué 3º.
Al poco, en una zona de amplia visión, vi a lo lejos a los dos primeros corredores.
Ahí sí que aumenté ritmo para ver si los cogía.
Había que arriesgar.
En el kilómetro 27 Chema estaba tan solo a 200 metros. Decidí apretar para cogerle.
Hace tiempo me hubiera venido abajo ante esta situación.
¿Hacer frente a un corredor de su categoría? Ni de coña.
Pero ayer había que hacerlo.
Me lo debía a mi, a mi subconsciente.
En el kilómetro 30, con miedo y mucho respeto, le adelanto en un tramo de bajada.
Nos animamos mutuamente y me pongo a tirar yo.
Quedaban 12 kilómetros a meta y decidí «jugar a ganar, en vez de jugar a no perder».
Esos 12 kilómetros eran una parte de bajada técnica y una parte más o menos llana.
La única baza que tenía era intentar sacar ventaja en la bajada, porque si llegábamos juntos al llano, Chema me reventaba vivo.
He de decirte que esta baza no era para mi la mejor de todas, ya que yo bajo bastante mal.
En las carreras mi bestia negra son las bajadas.
Aun así esta vez conseguí hacer frente a mis miedos y apretar.
Caída incluida, evidentemente.
Caída, calambres, dolor muscular. Un cuadro.
Pero apreté dientes y me olvidé del sufrimiento.
Me centré en tirar con las fuerzas que me quedaban hasta la meta.
He de confesarte que durante los últimos 6 kilómetros no sentí nada.
Solo era correr.
Estaba vacío, dolorido y fuera de punto.
Fue una sensación jodidamente satisfactoria. Como entrar en el Nirvana.
Al encarar meta en Riaza los ánimos de la gente me hicieron salir de ese estado y volver a la realidad.
Conseguí entrar en meta en segunda posición.
59 segundos después llegó Chema y nos felicitamos mutuamente por la carrera.
Ayer logré superar mis miedos y demostrarme que lo imposible, efectivamente, solo tarda un poco más.
Gracias por leerme hasta aquí, quería compartir todo esto contigo.
Por último déjame que te anime a que disfrutes del camino.
Animarte a que inviertas tiempo en tus pasiones.
Te prometo que merece la pena y te aseguro que eres capaz de hacer cosas que ni te imaginas.
Puede que no las hagas mañana y puede que ni siquiera el año que viene.
Pero las harás.
Si es lo que te late dentro, lo conseguirás.